Olvido Express murió bajo una lluvía de piedras en Yonge Street, cerca de Rainy River. Aquella mañana fue fría . Desayunó un café muy cargado y dudó si acompañarlo con una tostada. Decidió no pedirla ,pues le costaba abrocharse el pantalón gris marengo de la temporada pasada . Las piedras descendieron sobre ella como
en un fino aguacero, con una verticalidad perfecta , ni un ápice de viento. A la altura del número 1600 en Yonge Street, grises , se las vió caer.
Olvido Express viajó una vez hacia el sur y atravesó nubes y claros de una intermitencia inusitada. Paró el coche en el arcén y bajó a comprobar cómo en un punto de la carretera el alquitrán estaba empapado por la llovizna , dibujando una frontera árida donde la nube se extinguía. Se agachó para acariciar con la mano la línea con la que el tiempo caprichoso dividia el asfalto.
Antes de perderse bajo el chubasco mineral me miró para decirme que en aquel viaje que hizo al sur una parte de la vía era seca y gris perla, la otra húmeda y gris marengo, como su pantalón.
en un fino aguacero, con una verticalidad perfecta , ni un ápice de viento. A la altura del número 1600 en Yonge Street, grises , se las vió caer.
Olvido Express viajó una vez hacia el sur y atravesó nubes y claros de una intermitencia inusitada. Paró el coche en el arcén y bajó a comprobar cómo en un punto de la carretera el alquitrán estaba empapado por la llovizna , dibujando una frontera árida donde la nube se extinguía. Se agachó para acariciar con la mano la línea con la que el tiempo caprichoso dividia el asfalto.
Antes de perderse bajo el chubasco mineral me miró para decirme que en aquel viaje que hizo al sur una parte de la vía era seca y gris perla, la otra húmeda y gris marengo, como su pantalón.
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