Llueve en la calle y el ordenador zumba sobre el escritorio. El cuerpo continua tendido configurando un perfil rocoso. Ya no sé si fuí yo, o fue Valeria , quien miró por la ventana. La lluvia y el frío. Volvimos la cabeza al televisor.Desde que la memoria hizo presencia en la sala cerrada todo eran imágenes de arcángeles negros . Una joven de aspecto andrógino hablaba frente a la cámara. Tenía que hacer pausas, su voz no conseguía salir a la superfie, sus labios temblaban, se creaban unos silencios rígidos y angustiosos, la cámara continúaba la filmación sin dar tregua al mutismo encarcelado en la imagen, ocupándolo todo . Sus labios temblaban, sus ojos hundidos y cercados por el fango ojeroso de un recuerdo insomne. Al campamento llegó el cadaver de un enemigo. Ella fue la encargada de limpiarlo con la manguera. El adversario muerto tenía una erección. A veces ocurre. Le hizo gracia. En aquellos momentos le hizo gracia. Demasiada presión. Le pidió a una compañera que le hiciera una fotografía.Se sentó y posó para el horror futuro en la mesa de acero donde yacía aquella carne hostil apagada .Las ojeras y el temblor en los labios los trajo el recuerdo persistente, diario. También el alcohol que vino después , persistente y diario. ¿sonreía cuando le hicieron la fotografía?, me preguntó Valeria.
En la pantalla del televisor, de espaldas a la ventana, el rostro en primer plano de la joven devastado por el paso persistente, diario, de un arcangel negro.
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