miércoles, 2 de diciembre de 2009

El viaje del traficante

Cuando se fue la niebla, de entre todos los hombres que ayudaron al traficante a transportar el barco sobre las lomas de la montaña , uno, dijo haber conocido al traductor en los tiempos en los que trabajó para el museo des Eugots de París. Desde las alcantarillas , las fosas subterráneas habían albergado en su organismo como una biografía hecha de vísceras; parte de su vida interior transfirió a su piel un color cetrino y su cadencia de alga silenciosa al caminar. Siempre se mostraba huraño y comía separado de los otros. Dormía en un bote en la cubierta de abandono, y una madrugada, se acercó al puente de mando tratando de esquivar con su cuerpo enjuto la vegetación que colgaba de las paredes del barco. Allí le contó al traficante que el traductor pasó delante de él como una silueta en la sombra . Murmuraban en el museo, los días que siguieron a su presencia, que pensaba en un perpetuum móbile, y dibujaba esquemas a lápiz, que nadie pudo ver, de un mecanismo imposible.

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